“It is not enough for your country to be at war, you should be more vulnerable!”

Nadia Ghulam, Editor: Laura Garcia Jordan

Translated by Melissa Barnetche

I write to you who know my passion for sharing, learning and listening. With many of you, I’ve had conversations about how war and peace are part of the history of all peoples. What I can tell you now, because of what I am experiencing and learning here on Lesvos, is that there are different forms and consequences of what we know as war. The first consequence is death and destruction. After comes the reconstruction phase which is almost impossible. War brings unimaginable destruction, displaces millions of people, and destroys families. Refugees have lived through all of this.

Some of you from this island that took me in a while ago, explained to me an anecdote, both funny and sad: the men’s obligation here in Greece to fulfil military service, which they do not want to do. They would appear sick, or crazy, or incapacitated. And I told you that a while ago, there was an obligatory military service back in my country, and that people sought the same excuses to avoid it. Now, many young men go to war. It is their only option to move forward and have something to eat after more than 40 years of war in Afghanistan. There are no other options for them.

Today, with these words, I want to tell what it is that is happening here in Lesvos. As you know, there are many people here from different countries such as Syria, Haiti, Congo, Afghanistan, Pakistan. Every single person has stories riddled with difficulties, stories of the hardship they’ve gone through to escape their countries, to escape war, to escape violence. The majority are young people with hopes of being able to study and have a better future. No one leaves their home because they want to. Who would put their life in the hands of a smuggler? Who would gamble their lives in the sea, in the mountains, in the jungles… hungry, thirsty, and walking for months? You cannot imagine the faces of these young people when they look at you and tell you “I want to study, I want to work but, there’s nothing on this island.” It really is a prison here!

They tell me that they have been forced to escape their country. Some say that the Taliban forced them to go to war, or that they took their freedom away, threatening them with death if they dared leave. But they escaped. Some of them escaped the violence and the lack of freedom. Many escaped in order to have the chance of a better life, to have access to everything human beings need to live, to have access to that which is vital in our lives. And of course, they arrive here and ask the UNHCR and other international organizations for help, convinced that they will be helped, that they will understand. When they arrive, they have already experienced death many times around, life and death, they live and live again like a cat. Yet when they arrive here, they find a prison island. Here they remain trapped without any possibility to grow as human beings.

There are very few options to leave the island. To do so as asylum-seekers, they have to pass very difficult tests and one of them is to show and prove that they are vulnerable. There are only a few categories of vulnerability: being pregnant, having a physical or mental disability, having serious health problems or having been a victim of torture. What I have seen here are the disturbed faces, filled with confusion and despair when they hear of these criteria. I have heard the same questions over and over. Isn’t it enough that I am telling you that I have overcome death many times to get here? Isn’t it enough that I managed to escape war? Isn’t it enough that I lost my loved ones on the way here? Isn’t it enough that in my homeland all human rights were violated? And moreover, I ask if it isn’t enough to have arrived all the way here, fleeing such horrors, under the extreme conditions of the journey. While I write this, I can’t contain my tears. Because the truth is that it isn’t enough.

Do you know what people do to prove they’re vulnerable? Many young girls cut their hands with a knife. The couples that already have children and who are living in a small tent with three or four other families get pregnant in order to able to improve their situation. It is so disturbing and violates human dignity so deeply that it hurts me to express this! Can you imagine a mother abandoning her child because he is a minor and this is the only way they have for him to be considered vulnerable? Can you believe that some newlywed couples who are searching for a better life away from war, resort to physical violence. They say that this is the only way to improve their situation. An attacked woman is a vulnerable woman who can get a certificate, and maybe this way she will be able to leave. I don’t know if you can imagine this, but it happens every day here on the island.

In Europe we talk about reception and integration. And again, I ask myself how can we help the people who have experienced these traumas? Everyday there’s violence and death here. Who wouldn’t go crazy in a situation such as this? As a social educator and as someone who has gone through similar experiences, I can assure you that these wounds and traumas are worse than a bomb that kills instantly.  I can’t experience the situation here and not talk about it. So I will continue to do so.

Castellano

La guerra no es suficiente, tienes que ser más vulnerable

Os escribo a vosotros, a los que me conocéis por mis curiosidades y por las ganas de compartir, aprender y escuchar.  Con muchos de vosotros hemos hablado de la guerra y de la paz, situaciones que forman parte de la historia de todos los pueblos. Lo que yo puedo contar, por lo que voy viviendo y aprendiendo, es que hay diferentes formas y resultados de lo que conocemos como guerra. El primero es la muerte y la destrucción. Después, viene la reconstrucción, que siempre precisa de esfuerzos casi ilimitados. La guerra conlleva una destrucción inimaginable, un desplazamiento de millones de personas y la disolución de familias. Esto, los refugiados lo viven, y hoy lo están viviendo en sus propias carnes.

Algunos, en esta tierra que me acogió hace ya un tiempo, me habéis explicado una anécdota divertida y triste al mismo tiempo: la obligación de los hombres a cumplir el servicio militar, que muchos jóvenes no querían hacer.  Para poder evitarlo, buscaban mil excusas: se ponían enfermos, se mostraban locos o con alguna discapacidad. Y yo os contaba que hace un tiempo, en mi país, también había servicio militar obligatorio y que la gente buscaba más o menos las mismas excusas para evitarlo. Pero ahora, las cosas han cambiado. Ahora, en mi país muchos jóvenes se van a la guerra. Después de más de 40 años de una guerra que parece interminable, la lucha armada es única opción para seguir adelante y poder  comer. La otra opción, la muerte.

Hoy, a través de estas líneas, os quiero contar algunas de las cosas que están pasando aquí, en Lesbos, y que tiene mucho que ver con los historias que me contabais y que me parecían tan inexplicables.

Como ya sabéis, aquí hay mucha gente de diferentes países: de Siria, de Haití, del Congo, de Afganistán, de Pakistán, etc.  Todos tienen historias llenas de las dificultades que han vivido para escapar de su país, de la guerra y de la violencia. La mayoría son jóvenes que han dejado su tierra con la esperanza de poder estudiar y tener un futuro mejor. Nadie deja su casa por gusto. ¿A quién  le gusta meterse en manos de traficantes de personas? ¿A quién le gusta jugarse la vida y la de sus hijos dentro del mar, en las montañas, en los bosques con hambre y sed caminando durante meses? ¡No os podéis ni imaginar la cara de estos jóvenes que te miran y te dicen “yo quiero estudiar, yo quiero trabajar pero en esta isla no hay nada”! ¡Es un auténtica prisión!

Me cuentan que se han visto obligados a escapar de su país, que los talibanes les obligaron a ir a la guerra o que les prohibieron la libertad o que los amenazaban de matarlos si se movían de sus casas. Y se han escapado. Algunos, de la violencia, de la falta de comprensión y de libertad. Muchos para tener un posibilidad de vivir mejor, para tener acceso a todo lo que los seres humanos necesitamos para vivir y que es imprescindible en nuestra vida. Y, claro, llegan aquí, a Europa, y piden ayuda a la ACNUR y a otras organizaciones internacionales con el convencimiento que los ayudarán, que los entenderán. Cuando llegan, ya han pasado muchísimas veces  por la muerte, por la vida: viven y vuelven a vivir, como un gato. Y llegan aquí y lo que encuentran es una isla sin salida. Aquí, se ven encerrados sin ninguna posibilidad de crecer como seres humanos.

Hay muy pocas opciones para salir. Para hacerlo como refugiados tienen que pasar por unas pruebas muy difíciles y una de ellas es mostrar y demostrar que son vulnerables. Los criterios de vulnerabilidad son pocos: estar embarazada de unos cuantos meses, tener alguna discapacidad física y/o mental, tener problemas graves de salud o haber sido víctima de tortura.  Lo que yo he visto son las caras de estupefacción, de impotencia y de desesperación cuando conocen estos criterios. Y unas cuantas preguntas que se repiten: ¿No es suficiente contaros que he pasado muchas veces por la muerte hasta llegar aquí? ¿No es suficiente que haya escapado de la guerra? ¿No es suficiente que haya perdido por el camino a mis seres queridos? ¿No es suficiente que en mi se pueblo hayan violado todo los derechos humanos? Ante todo esto, yo me pregunto si no es suficiente haber llegado hasta aquí huyendo del horror en condiciones extremas. Y mientras me hago esta pregunta y os cuento todo esto, no puedo aguantar mis lágrimas. Porque no, la realidad es que no es suficiente. Y lo más duro no queda ahí.

¿Sabéis lo que hacen para demostrar que son vulnerables?  Muchas jóvenes se cortan las manos con un cuchillo. Las familias que ya tienen hijos y están viviendo en una tienda pequeña con tres o cuatro familias más, tienen relaciones para quedarse embarazadas y así poder salir de esta situación. ¡Es tan fuerte y atenta tan profundamente la dignidad humana que me cuesta y me duele expresarme! ¿Os podéis imaginar a una madre que deja a su hijo abandonado porque es menor de edad y solo así puede conseguir el certificado de vulnerabilidad? ¿Os podéis creer la dureza para una pareja que se acaba de casar y busca una vida mejor lejos de la guerra y que la única salida que ve es la violencia física? Sólo así, hay salida, dicen: una mujer agredida es una mujer vulnerable que puede conseguir un certificado y, a lo mejor, podrá salir de aquí. No se si os lo podéis imaginar, pero esto está pasando cada día en esta isla.

Sí, ya sabéis, en Europa hablamos de la integración y de la acogida. Y otra vez, me vuelvo a preguntar cómo podemos ayudar a estas personas después de vivir estos traumas. Cada día hay violencia y muerte aquí. ¿Quien no se volvería loco en una situación como esta? Como educadora social y como persona que ha pasado por experiencias similares os aseguro que estas heridas y traumas son peores que una bomba que te mata al instante. Y yo no puedo vivirlo, escucharlo y no dejar de contarlo. Lo seguiré haciendo.

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